UNA CANCIÓN (DES)ESPERADA


UNA CANCIÓN (DES)ESPERADA


José Luis Pérez Fuente


La poesía limita al norte
con la quinta columna del yoísmo
y con esa mirada perdida en el ombligo propio
que crea caldos de cultivo egocéntricos.

La poesía limita al norte
con el acaudalado poder burgués
del tío Gilito.

La poesía limita al sur
donde los falsos defensores
de la libertad de impresión
cercenan todo lo que huela a disidencia
con cordones sanitarios exclusivos
y reproches de tinta lujosamente roja.

La poesía limita al este
porque allí nacen rimadores rancios
de palabras huecas y significantes recios
porque allí crecen compositores
con inclinaciones coprofílicas
porque allí pululan vulgares recitadores
de ambigüedades monótonas y obscenas
y porque allí crean moho bardos
de estériles jitanjáforas lechuguinas.

La poesía limita al oeste
el lugar que habita la comparsa de Rinconete
(el poeta alcahuete)
y los camaradas de viaje de Ulises el magnánimo
que todo lo domina con cera en los oídos.

La poesía limita al noreste
con los amigos del yo primero y mis hazañas
aplaudidas y jaleadas por la camarilla
del camarote de los hermanos más (que no pero)
otras voces lo llaman amiguismo añejo
de sumisión impura–

La poesía limita al noroeste
con las sectas del tótem erecto
con las hermandades del falo dominante
o con las cofradías de las gónadas atróficas
del pseudomacho (an)alfa-beto.

La poesía limita al sudeste
con la poltrona desde la que se dicta
quién luce las galas del elegido
(no se cuele señora
que los hombres son primero
y mis amigos son los únicos
en concursos biunívocos).

La poesía limita al sudoeste
con las modas vikingas que todo lo arrasan
con los malos modos y las peores maneras
con la falsa democratización de la palabra
con la intolerancia de los hagiógrafos líricos
y con la opulencia de los juglares ungidos
además de las panzas engrasadas de los mecenas publicanos.

La poesía no limita con la rosa de los vientos ufanos
porque los lectores crean pasillos interminables
de lecturas comprometidas, confidenciales y cómplices
donde la palabra corretea
entre las neuronas libres y apasionadas
y la erudición tiende su ropa en el prado verde
para tomar el sol de justicia.

La poesía no limita con el interior del poeta
ni con sus manos ni con su boca
pero sí con la matemática del exclusivismo
o con la demagogia de lo sublime

que me quede sin aliento si no es cierto
la poesía no puede (no debe) tener límites




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