“PARA LABRARSE FORTUNA EN LOS PALACIOS”, DE JUAN DEL VALLE Y CAVIEDES, COMO UNA RADIOGRAFÍA DEL PODER VIRREINAL



Daniel Torres Rodríguez
Escritor. Catedrático de Literatura en la Universidad de Ohio

El corpus del poeta colonial “peruano” Juan del Valle y Caviedes, Diente del Parnaso que trata diversas materias, contra médicos, de amores, a lo divino, pinturas y retratos o también titulado Guerras físicas, proezas medicales, hazañas de la ignorancia es conocido sobre todo por su sátira “antigalénica” (Cabanillas Cárdenas 56), es decir en contra de los médicos, en la Lima virreinal.  Pero como ha dicho Trinidad Barrera: “Los modos de agudeza conceptual y verbal en Caviedes afectan a una realidad que no atañe solamente al colectivo galénico, aunque es sin duda su primer blanco, sino que echa sus tentáculos a otros componentes sociales” (30).  En otros trabajos se han referido a la sátira literaria que también hace en su poesía cuando hermana médico y mal poeta, en algunos de sus textos (Torres 76).
            En el soneto “Para labrarse fortuna en los palacios” tenemos a un hablante lírico que nos da instrucciones precisas acerca de lo que ha de hacerse para tener éxito en los asuntos de la corte: hay que ser embustero, lisonjero, bufón, soplón, alcahuete recaudero, parlero y censor.  Además, se ha de adular al señor o virrey aunque éste disparatare, y aplaudir puntualmente a todos sus desmanes.  Sin embargo, también expresa el desencanto de la voz poética al ser testigo de semejante manipulación por parte de ese alcahuete.  En este sentido, el soneto es tanto instructivo como crítico, satírico y burlesco.
            En este trabajo se analiza “Para labrarse fortuna en los palacios” de Juan el Valle y Caviedes, poema que trata un tópico de la época, el de la hipocresía de la corte (Lasarte 86), en calidad de una radiografía del poder virreinal a la luz del corpus valleycaviediano, para iluminar los estudios de la poesía colonial hispanoamericana como el continuum de un calco aparente que se da en América en el siglo XVII, tanto de la escuela culterana de Luis de Góngora como de la escuela conceptista de Francisco de Quevedo. 
El Barroco de Indias ha sido un campo de experimentación ideal donde poetas como Bernardo de Balbuena, Sor Juana Inés de la Cruz, Don Carlos de Sigüenza y Góngora, y Juan del Valle y Caviedes, entre muchos otros, han tomado tanto del Culteranismo como del Conceptismo, aquello que les sirve, para calcarlos, asordinarlos y adaptarlos a las constantes históricas de la colonia en función de un “puente cultural”, como señala Elias L. Rivers en su artículo “Góngora y el Nuevo Mundo”: “El gongorismo encontró en las Indias un terreno sociolingüístico más fértil que en la metrópoli, porque reforzaba las estructuras clasistas de la colonia, donde los criollos pronto sorprendían a los peninsulares con un lenguaje más complicado”  (858).
Para Mabel Moraña surgen “nuevas agendas, a veces mimetizadas, a veces antagónicas, con respecto al Poder” y “las estrategias a través de las cuales los actores del período colonial definen e implementan sus agendas en el contexto de la dominación imperial” (13).  Esta lectura criolla, que sigue de cerca los trabajos de Emilio Carilla y otros críticos, de nuestro Barroco de Indias como un calco aparente a los poetas modelo del Siglo de Oro Español, Góngora y Quevedo, ha sido invalidada u obviada por muchos críticos que hablan de lo que Carlos Fernando Cabanillas Cárdenas llama “la lectura correcta de los textos” (33), haciéndose eco de su maestro Antonio Lorente Medina.  La crítica literaria tiene muchas caras y esta imposición histórica limitante no debe prejuiciar la lectura para leer los poemas valleycaviedianos sólo de una manera posible, invalidando cualquier otra lectura que sería un sacrilegio a la veracidad de esa poesía jocoseria de ocasión que crea también sus propias constantes más allá de los referentes propios de la época.  Es en el lenguaje donde la crítica encuentra la literariedad de los textos, o su capacidad de ser literatura, más allá de sus constantes históricas, sin necesariamente dejar de contextualizar esos mismos textos en su momento y situación.  El análisis que sigue a continuación de un soneto de nuestro autor en cuestión pretende probar este punto de vista.
En el caso particular de Valle y Caviedes vemos lo que Pedro Lasarte ha indicado una “relación de dependencia literaria que el poeta virreinal pudo tener para con Francisco de Quevedo, con quien tiene muchos puntos de contacto… era una importante presencia” (79), en su artículo “Juan del Valle y Caviedes como lector de Francisco de Quevedo”.  Carlos Fernando Cabanillas Cárdenas dice otro tanto en el “Estudio preliminar” de su exhaustiva edición de las Guerras físicas… para la Biblioteca Indiana de la Universidad de Navarra: “sigue el modelo de Quevedo” (95).
He aquí el soneto íntegro a analizarse, “Para labrarse fortuna en los palacios”, según la edición de Daniel R. Reedy:

Para hallar en palacio estimaciones
se ha de tener un poco de embustero,
poco y medio de infame y lisonjero,
y dos pocos cabales de bufones,
tres pocos y un poquito de soplones
y cuatro de alcahuete recaudero,
cinco pocos y un mucho de parlero,
las obras censurando y las acciones.
Será un amén continuo a cuanto hablare
al señor, o al virrey a quien sirviere;
y cuando más el tal disparatare,
aplaudir con más fuerza se requiere;
y si con esta ganga continuare,
en palacio tendrá cuanto quisiere.  (314-315)

Las estimaciones de palacio se han de conseguir por medio de un poco de mentira, poco y medio de infamia, y adulación, amén de dos pocos de un buen sentido del humor.  Y se aumentan estas medidas de la siguiente manera: hay que saber llevar y traer alcahueteando al señor o virrey en cuestión.  Se ha de hablar hasta por los codos, criticando las obras y las acciones.  A esto se debe añadir el hecho de asentir a todo lo que diga el susodicho señor o virrey como una “ganga” o como lo define el Diccionario de la Real Academia Española, un “bien que se adquiere a un precio por debajo del que normalmente le corresponde” (DRAE), y aunque esta autoridad disparatare, hay que saber “aplaudir con más fuerza” para conseguir en palacio cuanto se quiera.  Se trata de una receta por cantidades y medidas “para labrarse fortuna en los palacios” o en los centros de poder, o “para hallar en palacio estimaciones”, o gracias que le permitan al subordinado no serlo tanto sino tomar en sus manos esas riendas ilusas de un poder aparente. Esta fórmula de acercamiento a ese poder le garantiza a quien la siga, la capacidad de disponer a ultranza de la voluntad del señor o virrey a quien sirva.  Esto es lo que Pedro Lasarte ha llamado en su libro Lima satirizada (1598-1698): Mateo Rosas de Oquendo y Juan del Valle y Caviedes, “la voz oficial del virreinato” en la poesía de enfoque cronístico tanto de Juan del Valle y Caviedes, como mucho antes, de Mateo Rosas de Oquendo, otro satírico peruano que vitupera joco-seriamente a la Lima de 1598 (179-80).
            Contrario a otro soneto de Francisco de Quevedo, “A un amigo que retirado de la Corte pasó su edad”, donde se menosprecian los poderes de la corte y se alaba el sosiego de la aldea:

Dichoso tú, que alegre en tu cabaña,
mozo y viejo aspiraste la aura pura,
y te sirven de cuna y sepultura,
de paja el techo, el suelo de espadaña.
En esa soledad que libre baña
callado Sol con lumbre más segura,
la vida al día más espacio dura,
y la hora sin voz te desengaña.
No cuentas por los cónsules los años;
hacen tu calendario tus cosechas;
pisas todo tu mundo sin engaños.
De todo lo que ignoras te aprovechas;
ni anhelas premios ni padeces daños,
y te dilatas cuanto más te estrechas.  (379-380)

Por contraste a “Para labrarse fortuna en los palacios” de Valle y Caviedes, el poema de Quevedo elogia la alegre cabaña del amigo apartado de la corte como un locus amoenus o lugar ameno.  Nada de artificios vanos del poder sino el calendario agrícola de las cosechas marca el tiempo natural de este sujeto en un espacio de calma ideal.  Se trata de un mundo sin engaños que aprovecha todo lo que ignora dilatándose cuanto más se estrecha, medida justa de la felicidad.
            Antonio Lorente Medina en su libro Realidad histórica y creación literaria en las sátiras de Juan del Valle y Caviedes se refiere a una parodia burlesca de este mundo heroico (59).  Y su lectura se aplica al soneto “Para labrarse fortuna en los palacios” que aquí nos ocupa: “… la actitud de Valle y Caviedes en su empeño por criticar las costumbres de su época, [es un] empeño que tiene su correlato en su fallida contribución como arbitrista” (59).  En este contexto, la siguiente cita de Lorente Medina iluminaría el tono y la actitud del hablante lírico del soneto:

El contraste entre la gravedad de los problemas públicos planteados por el arbitrista –y conocidos por todos- y el simplismo la ingenuidad de su solución (o de su propuesta) produce un desequilibrio textual que suscita la risa y lo convierte en un elemento cómico fácilmente aprovechable.  (59)

Lohman Villena, citado en nota a pie de página por Lorente Medina, documenta este papel de arbitrista de Valle y Caviedes:

…consta que Caviedes envió conjuntamente con el Maestre de           Campo Amador Merino Gutiérrez del Águila, un pliego cerrado “Para su Alteça” don Juan José de Austria, con papeles escritos y firmados por ambos “tocantes a negocios del seruiçio de su magestad y aumentos de su Real hacienda en estos Reinos del Perú”. (35-36)

Un arbitrista es alguien que “inventa planes o proyectos disparatados para aliviar la Hacienda pública o remediar males políticos”(DRAE) según el Diccionario de la Real Academia.  “Para labrarse fortuna en los palacios” de Valle y Caviedes satiriza, entonces, esta situación desde adentro. El hablante lírico presenta cínicamente la posición de quien quiere denunciar y hace una radiografía del poder virreinal desbalanceado hacia aquellos que detentan ese poder sin mediación posible.  En la mentira, la infamia y la lisonja se encuentran las armas necesarias para acallar al señor o virrey.  Pero hay que hacerlo como un bufón, con mucho sentido del humor, hablando y alcahueteando las iniciativas descabelladas de quien esté en el poder.  Como se ha dicho antes, hay que acercarse a ese mismo poder manipulando la situación, llevando y trayendo información clave que le sirva al susodicho señor o virrey, para decir que sí a todo lo que éste diga o disparatare.  Contrario a ese no anhelar premios ni padecer daños en la corte del soneto de Quevedo antes citado.  Tener en palacio cuanto se quiere implica jugar el arriesgado y sucio juego de la política, a sabiendas de que sólo así se consigue, a su vez, acceso directo a esa fragilidad del Poder.  Esto es lo que David Anuar González Vázquez ha etiquetado en su artículo ““De máscaras y mascarones: Parodia y sátira en ‘Pintura de una dama matante con los médicos sirujanos de Lima’, de Juan del Valle y Caviedes” como un “juego de máscaras que se desarrolla dentro del [texto], es decir, el juego entre lo que se dice y lo que se quiere hacer entender” (101).  Este crítico ve una alternancia entre sátira y parodia de la siguiente manera: “la parodia funciona como pretexto y mascarón para la sátira” (100-101).
            El mundo cortesano que parodia Valle y Caviedes en “Para labrarse fortuna en los palacios” se agudiza en otro de sus sonetos, “Para ser caballero”, donde el poeta hace una caricatura del buen cortesano de Baltasar de Castiglione, y amplía el registro de la denuncia o de la radiografía del poder virreinal que aquí nos ocupa:

Para ser caballero de accidentes
te has de vestir en voces y mesura,
sacando el pecho, derecha la estatura,
hablando de hidalguías y parientes,
despreciando linajes entre dientes,
andando a espacio, grave y con tesura,
y aunque venga o no venga a coyuntura,
usará de las cláusulas siguientes:
el punto, el garbo, la razón de estado,
etiquetas, usía, obligaciones,
continencias, vuecencia, mi crïado,
mis méritos, mis tardas pretenciones;
y caballero quedas entablado
desde la coronilla a los talones.  (313-314)

La receta que propone el poema es sencilla.  Hay que “vestirse” en la voz y la mesura presumiendo de abolengos, hay que adoptar todo un lenguaje que copie los giros y maneras del habla cortesana que adule a quien emita el discurso.  Lo externo como un ropaje que disimula aunque se desprecie linajes “entre dientes”.  Y esto es lo que hay que hacer para ser caballero.  Hay que sacar el pecho, enderezar la postura, hablar de parientes nobles, andar grave y digno como un señor.  Las fórmulas del lenguaje cortesano deben estar en sus labios como toda una retórica del intento para armarse caballero de la cabeza a los pies. 
            En un pasaje de otro poema, “Caballeros chanflones” o falsos, Valle y Caviedes también nos dice:

El que hacerse quisiere caballero
póngaseme muy grave y muy severo
y aprenda muy de espacio
las que son etiquetas de palacio.
Si nombrare al Virrey, diga su Esencia,
y no como la plebe, Su Excelencia;
al título lo trate de Usiría,
y que le nombra así de cortesía
y que a no hablarlo más ya se resuelve
porque no se la vuelve.
Entra aquí el alegar ejecutorias,
el suponer hazañas y memorias
heroicas de ascendientes,
y el hacerse a diez grandes sus parientes.  (165-166)

Aquí es muy importante la precisión del lenguaje palaciego.  El tratamiento correcto a la persona del Virrey es “su Esencia” y no “su  Excelencia”, así como el hecho se seguir las fórmulas de cortesías propias de la corte, “Usiría”.  Otro elemento importante es la prosapia del caballero y cómo debe nombrar su linaje por sus logros y hazañas, como una carta de presentación para igualarse al medio al cual quiere asimilarse.
            Estos textos valleycaviedianos son un testimonio histórico de lo que Ernesto Torres Arancivia señala en su libro Corte de virreyes: El entorno del poder en el Perú del siglo XVII, donde nos dice que la orden del día en el virreinato era cómo el señor virrey favorecía a los nobles que venían en su séquito desde España privando así de favores a los beneméritos o descendientes de conquistadores en el Perú colonial: “a lo largo del siglo XVII, varios virreyes prefirieron favorecer a un pequeño grupo de allegados y servidores domésticos, y no a los miembros de la elite criolla tal como lo estipulaban las órdenes reales” (32).
En este “quítate tú para ponerme yo” del hablante lírico, que sabe cómo adular al señor o virrey en “Para labrarse fortuna en los palacios”, para hipnotizarlo con sus encantos, hay toda una dimensión picaresca que permea el discurso poético de Valle y Caviedes.  En las obras de Cervantes, Quevedo, Lope, Tirso, y Alarcón encontramos esta “figura” literaria que produce sarcasmo e hilaridad con sus desvaríos (Lorente Medina 59).  Es un “loco-quimérico, de retórica enfadosa, pícaro, enemigo del Estado, quien, no obstante, pretende que su arbitrio o memorial sea provechoso al Rey, inocuo para sus súbditos y barato en su ejecución” (Lorente Medina 59).  Esta perspectiva de Antonio Lorente Medina para abordar la poesía de Valle y Caviedes es el acto de situarnos ante ella para interpretar sus poemas que “revisten la forma externa de un memorial” que apunta o anota algo para un fin, o hace una denuncia (59). 
            La ironía y el sarcasmo con los cuales el hablante lírico de los poemas “Para labrarse fortuna en los palacios”, “Para ser caballero” y “Caballeros chanflones” critica y satiriza a los sedientos de poder es parte de lo que Enrique Ballón Aguirre ha llamado una “poética del escarmiento en testimonios de desconsuelo y defraudación”:

Al hablar, entonces, de una poética del escarmiento se quiere dar a entender el examen de la función poética del lenguaje en la factura o composición de ciertos poemas barrocos cuyo doble tema   compartido –el desconsuelo y la defraudación- resulta de la           angustiosa pesadumbre ante el desengaño vivido por una grave experiencia aciaga…  (177)

En los sonetos de Valle y Caviedes, a la manera de Quevedo, se denuncia a aquellos que se apropian de un poder fallido que debe recurrir a la mentira y la infamia.  El humor que cruza todos estos versos atenta contra una ética clara de lo que debería ser gobernar de verdad, pero sin alejarse de las realidades propias de la política misma como un arma de manipulación.  Y al poner en evidencia, por medio de una rima estridente, el carácter de “embustero”, “lisonjero”, “recaudero”, “parlero”, de aquel que quiere labrarse fortuna en los palacios y busca encontrar en la corte estimaciones, el hablante lírico señala directamente a este sujeto despreciable que todos conocemos, el alcahuete por excelencia que aplaudirá “con más fuerza” todos aquellos disparates a los que recurra quien detente el poder, sea el señor o el virrey.
            Hay desconsuelo y defraudación en esta radiografía de la situación del virreinato peruano que Valle y Caviedes nos presenta en la crisis colonial del siglo XVII americano, y sin embargo “Para labrarse fortuna en los palacios” es también un poema paradigmático que se aplica a todas las situaciones lamentables del abuso de poder, y se puede leer también a la par con otro soneto de Valle y Caviedes, “Lo que son las riquezas del Perú”, donde el hablante lírico degrada esa realidad de la bancarrota virreinal del poder que antes ha exaltado satíricamente:

La plata de estos reinos anhelada,
adquirida con logros y con daños,
a polvo se reduce en pocos años,
en seda rota y lana apolillada.
Ya tan grande tesoro paró en nada,
los cambrayes, las telas y los paños,
anzuelos de enemigos y de extraños,
muladares aumentan, que son nada.
En muladar pararon los desvelos
de los logros, insultos y avaricias,
¿qué habrá en ellos de infamias y anhelos,
de robos, tiranías y injusticias,
de que claman los pobres a los cielos,
mártires de miserias y codicias?  (385)

He aquí esa “poética del escarmiento” que señala Ballón Aguirre sobre el discurso valleycaviediano y que se sustenta en el desconsuelo y la defraudación.
            Una conclusión preliminar a este análisis de “Para labrarse fortuna en los palacios” de Juan del Valle y Caviedes nos deja a las puertas de una lectura siempre trunca, pese a la advertencia de Antonio Lorente Medina: “No encontramos en su considerable obra poética atisbos de crítica política (tan abundante en España en esas fechas), ni de censura social, que presupongan una subversión del orden establecido, o un ataque furioso a éste para mejorarlo en aspectos importantes” (210).  Curiosamente ni Antonio Lorente Medina ni Pedro Lasarte analizan el soneto en cuestión en sus libros. Faltaría por corroborar y ampliar las constantes señaladas en este trabajo, en la serie de sonetos satíricos y burlescos que comprenden la obra completa del poeta colonial “peruano” en la edición de Daniel R. Reedy (1986) porque las ediciones más recientes de Trinidad Barrera (2013) y Carlos Fernando Cabanillas Cárdenas (2013) no incluyen los sonetos.   Para dilucidar así su punto de hablada y su situación como pícaro y arbitrista, por un lado, pero también, por otro lado, su preocupación por la mentira y la infamia como formas de fraude que nos presentan una clara radiografía del poder virreinal.  Un trabajo más extenso de lo aquí propuesto puede ser el estudio puntual de poemas dedicados a la vida en las cortes virreinales mexicana y peruana durante la Colonia, pero esa es definitivamente harina de otro costal.



OBRAS CITADAS
Ballón Aguirre, Enrique.  “Poética del escarmiento (testimonios de desconsuelo y           defraudación)”.  Teorías poéticas en la literatura colonial.  177-230.  Impreso.
Buxó, José Pascual, ed.  Teorías poéticas en la literatura colonial.  México:
                Universidad Nacional Autónoma de México, 2012.  Impreso.
Cabanillas Cárdenas, Carlos Fernando.  “Estudio preliminar”.  Guerras físicas, proezas medicales, hazañas de la ignorancia.  13-208.  Impreso.
Diccionario de la Real Academia Española.  http://www.rae.es/
González Vázquez, David Anuar.  “De máscaras y mascarones: Parodia y sátira    en ‘Pintura de una dama matante con los médicos sirujanos de Lima’, de
Juan del Valle y Caviedes”.  Signos literarios 15 (enero-junio de 2012): 99-17.  Impreso.
Lasarte, Pedro.  “Juan del Valle y Caviedes como lector de Francisco de Quevedo”.  La Perinola 13 (2009): 79-88.  Impreso.
---.  Lima satirizada (1598-1698): Mateo Rosas de Oquendo y Juan del Valle y Caviedes.
Lima: Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú, 2006.  Impreso.
Lorente Medina, Antonio.  Realidad histórica y creación literaria de Juan del Valle y                Caviedes. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia/                 Ediciones Universidad de Salamanca, 2011.  Impreso.
Moraña, Mabel.  Viaje al silencio: exploraciones del discurso barroco.  México:
                Universidad Nacional Autónoma de México, 1998.  Impreso.
Quevedo, Francisco de.  Obras completas.  Edición de Aureliano Fernández-Guerra y
                Orbe y Marcelino Menéndez y Pelayo.  Sevilla: Imprenta de Francisco de P. Díaz,
                1907.  Impreso.
Rivers, Elias L.  “Góngora y el Nuevo Mundo”.  Hispania 75.4 (octubre de 1992):                856-861.  Impreso.
Torres, Daniel.  El palimpsesto del calco aparente: Una poética del Barroco de Indias.
                Nueva York: Peter Lang Publishing, 1993.  Impreso.
Torres Arancivia, Ernesto.  Corte de virreyes: En torno del poder en el Perú del siglo
                XVII.  Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2006.  Impreso.
Valle y Caviedes, Juan del.  Guerras físicas.  Edición de Trinidad Barrera.  Madrid:        Cátedra, 2013.  Impreso.
---.  Guerras físicas, proezas medicales, hazañas de la ignorancia.  Edición, estudio
preliminar y anotación de Carlos Fernando Cabanillas Cárdenas.  Madrid: Iberoamericana/Vervuert, 2013.  Impreso.
---.  Obras completas.  Edición, prólogo, notas y cronología de Daniel R. Reedy.

                Caracas: Biblioteca Ayacucho, 1984.  Impreso. 
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