Susana Grimberg
Psicoanalista, escritora y
columnista
“Ser capaz de llenar el ocio de una manera inteligente, es el último
resultado de la civilización.”
Se llama ocio al tiempo que se dedica a
actividades que no son las propias del trabajo en ninguna de sus modalidades:
ni el de la oficina, tampoco el del comercio ni el que se desarrolla en un
consultorio y menos aún, el de las tareas en la casa, o el de las actividades
obligatorias como las tareas escolares en los diferentes niveles y otras
variantes.
Si bien, se nos inculcó que
el trabajo es una virtud, todos sabemos que nada es tan reparador como un
tiempo de descanso, que no es un tiempo de hacer nada sino de hacer algo
distinto, algo que lo habitual no deja lugar para realizarlo. Es más, no deja
de ser notable que muchas obras creativas, han sido pensadas, y escritas en
tiempos de ocio.
Hace unos cuantos años, en los inicios de los ochenta,
me inscribí en una escuela de psicoanálisis, la Escuela Freudiana de la
Argentina, en la que una de sus características era denominar Otium a los
grupos de estudio, talleres dedicados a profundizar los temas que nos
interesaban. En ese momento, entendí que el tiempo libre podía ser el momento
para pensar, investigar y “divertirse” con la diversidad de temas que podían
abrirse ante nosotros, ávidos de saber.
En la Antigua Grecia se consideraba que el ocio era el
tiempo auténticamente humano, un tiempo recreativo por excelencia, que podía
ser el de las artes, el de la política, el de la filosofía (madre de todas las
ciencias), el dedicado a la formación y al mejoramiento personal, también, el
de la contemplación y, esencialmente, el de la creatividad.
Según el diccionario etimológico de Joan Corominas, la
palabra ocio (del lat. otium), significa descanso, y fue la que dio origen, a su
negativo: negocio (del lat. negotium), que significa ocupación,
quehacer. Decir que es el negativo, ha dado lugar a malentendidos porque, los
polos opuestos perfectamente pueden complementarse y crear algo nuevo.
Muchas veces se ha confundido ocio con vagancia, con
pereza. Pero, en verdad, el tiempo de ocio es necesario para tomar distancia de
los avatares cotidianos y volver a encontrarnos después de la vorágine.
LA CREACIÓN EN LOS MOMENTOS DE OCIO
Es interesante cómo la literatura nos muestra que, el tiempo de ocio,
típico de la cárcel, puede ser un tiempo de creatividad. Un ejemplo es el del
escritor norteamericano HowartFast, que al ser llamado por el
Comité de Actividades Anti-Americanas y negarse a divulgar los nombres de los
contribuyentes al Comité de Ayuda a los Refugiados Antifascistas, fue preso por
el macartismo en 1950 y que, mientras estuvo en
la cárcel, comenzó a escribir la novela Espartaco que luego obtuvo la trascendencia y éxito que muchos conocemos.
También Cervantes escribe
su famoso don Quijote en las horas sin tiempo, de la vida en una cárcel. Puesto
en prisión, en 1597 en la Cárcel Real de Sevilla, por haberse apropiado, supuestamente, de
dinero público, Cervantes «engendró» Don Quijote de la Mancha, según dice el prólogo a
esta obra.
Albert Einstein, en 1905, publica su teoría de la
relatividad, desarrollo que logra gracias a sus horas de ocio en la Oficina de
Patentes de Berna, en Suiza.
Ana Frank, en las horas
ocultas cuando estaban encerrados, ella, toda su familia y amigos, en el anexo,
más allá de los bordes de aquellos tiempos aciagos, tiempos devastadores del
nazismo, escribió su diario, el diario que, aún hoy, ilumina la vida de muchos,
independientemente de la procedencia recial, política o religiosa.
El trabajo del análisis, decía Sigmund Freud, se
inscribe en el campo del ejercicio del ocio en su sentido clásico de actividad
creadora.
El mismo Freud, en ocasión del 50º cumpleaños de su
colega y amigo Ferencsy, le transmitió el deseo “de que le sean dados
disposición de ánimo, vigor y ocio para concretar sus proyectos científicos en
nuevos logros”. También, le sugirió que “no se deje dominar totalmente por el
trabajo; y que, cuando tenga el ocio y la oportunidad necesarios, recuerde
usted a su devoto amigo”.
OTIUM-NEGOTIUM
En síntesis, el tiempo de ocio no es el que va a reportarnos un beneficio material inmediato porque no es
ese el objetivo, aunque no lo excluye. Es la pausa necesaria para poder retomar
la vida de todos los días, sea en donde sea, de una manera más entusiasta, con
más vitalidad.
Es importante comprender
que el tiempo de ocio es un tiempo que vale por sí mismo. Ocio y negocio, no
solo no se excluyen sino que cada cual, a su manera, juega una parte esencial
en la vida.
Para concluir, quiero
compartir esta reflexión:
“Súbitamente sintió el
deseo imperioso de escribir. Cierto es que, como suele decirse, Eros ama el
ocio, y que sólo para el ocio ha nacido. Pero en ese momento de la crisis, su
excitación le impulsaba a tranquilizar por medio de la palabra el torbellino de
sus pensamientos”.
Thomas Mann
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